No suelo hacer fotos en las bodas de amigos, es complicado ser fotógrafo e invitado al mismo tiempo. Pero en ocasiones hay que ser flexible y en esta ocasión me apetecía mucho. El día de la boda fue el típico de septiembre en el que parece que el cielo se va a caer. Tuvimos que hacer malabarismos para conseguir hacer las fotos sin lluvia, y creo que el resultado mereció la pena.
Sin más, las fotos.